SU PLENITUD*

Plenitud es una palabra derivada del griego "piéroma" que significa estar completo, terminado, lleno, totalmente satisfecho; escucharla y decirla es agradable, logra dibujar una sonrisa en los rostros.

Al Padre le agradó que en Cristo habitase toda la plenitud y por medio de su sangre en la cruz, hacer la paz y así reconciliar al mundo con Dios. Esa misma plenitud del Dios Padre en el Hijo es la que nos permite, también a nosotros disfrutar.

Algunas de las manifestaciones de su Plenitud son: La eficacia de su sangre para perdón de pecados, la plenitud de la redención para librarnos de la esclavitud del pecado, la plena justificación al tomar Él nuestro lugar ante el trono del Juicio, la seguridad total de la derrota de Satanás y sus huestes, la plenitud de una vida regenerada y de una vida eterna de alabanza en su presencia.

Las anteriores son manifestaciones de la plenitud de su gracia en quienes deciden aceptar el sacrificio en la cruz y se refieren a la obra redentora, pero hay más; su plenitud también se hace patente en diversas circunstancias del diario vivir.

Podemos disfrutar de su plenitud en situaciones que requieren consuelo, sanidad, prosperidad, sabiduría, convicción de fe y de obras, capacitación para asumir responsabilidades, palabras de conocimiento y ciencia al aconsejar, enseñar, predicar.

También podemos participar de la plenitud del Señor en cuanto a los atributos, que de su divinidad nos comparte: Amor, justicia, poder, sabiduría; tenemos de su plenitud cuando pertenecemos al cuerpo de quien Él es la cabeza, su iglesia.

Su plenitud es una manifestación de Dios con nosotros, de Emanuel, y es fuente inagotable de gracia sobre sus hijos.

REFLEXIÓN:
¿Le ha pasado alguna vez que olvida de la Plenitud con la que Cristo nos hace partícipes? Buen tiempo para recordarla y confiar en ella.

*Idea original de C. H. Spurgeon en "Lecturas Matutinas"